EL CINE EUROPEO DE
ENTREGUERRAS: EL DESPEGUE INDUSTRIAL BRITÁNICO
Prácticamente
desde los comienzos del cine inglés, éste se encontraba bajo la total
influencia y protección del americano, siendo además favorecida por el hecho de
que ambos territorios compartían el mismo idioma, salvándose así las posibles
barreras u obstáculos que podrían darse. A pesar del intento para el desarrollo
del cine autóctono tras la Gran Guerra, el cine inglés era casi inexistente en
los años veinte, pudiéndose ilustrar esta situación al citar que en el año de
1926 el 95% de las películas eran estadounidenses. Pero, esta situación llevó
al gobierno británico a que dictase, en 1927, una ley mediante la cual se
establecían cuotas de pantalla, para de este modo conseguir proteger la
industria británica. La ley decretada resultó de gran eficacia, ya que al año
siguiente se duplicaron las producciones fílmicas británicas, y de esta manera
comenzaba un periodo de expansión del cine inglés que continuó aumentando en
los años treinta, llegando a rivalizar con el cine americano tanto en el
mercado interno como en el internacional.
Uno
de los grandes promotores de esta expansión cinematográfica británica fue el
húngaro Alexander Korda, que a
comienzos de los años 30 creó la London Film Productions y recopiló los biopics o biografías de personajes
famosos reconstruidas dramáticamente, algunas de ellas dirigidas por él mismo,
como La vida privada de Enrique VIII
(1933) y Rembrandt (1936). El método
de Korda tendrá un peso importante en el cine inglés, convirtiendo su
característico formato de cine histórico (en el que se veían a los famosos como
en paños menores) en uno de los puntos fuertes del cine británico, realizándose
además abundantes revisiones de Enrique VIII, sus mujeres y obsesiones.
Arthur
Rank, en 1935, puso las bases de la productora que llevaría su nombre, que
muestra la célebre portada del hombre que golpea el gong. Uno de sus promotores
fue Michael Balcon, quien se encargó de los principales estudios de las Islas
Británicas. Empezó con la Gainsborough, una productora propia, en 1924; más
tarde, dirigió la Gaumont-British y, posteriormente, se encargó de los estudios
Ealing y de la Rank Organization. Con estos acontecimientos se comprende
perfectamente el auge del cine inglés, en el que destacarán figuras como
Anthony Asquith, Michael Powell, Carol Reed y John Grierson (uno de los
principales y más influyentes documentalistas). Así, en 1937, se dio la vuelta
a la pésima situación en la que se encontraba la industria cinematográfica
británica diez años antes, ya que pasó a convertirse en la segunda más grande
del mundo.
En
esta importante etapa de auge del cine británico, surgió la gran y conocida
figura de Alfred Hitchcock
(1899-1980), que combina la tradición de la “puesta en escena” (que alcanzó un
momento de apogeo con Murnau, siendo luego incrementado con las técnicas de los
planos-secuencia del cine sonoro) y la de Eisenstein (fundamentada en el montaje,
y que Hitchcock, aparte de utilizarla de forma funcional o narrativa, la
aprovecharía de manera intensa y con un carácter manipulador, por el cual prevé
las reacciones del espectador en cada momento (quedando este aspecto manipulativo
reflejado en el hecho de que Hitchcock presumió de haber utilizado el “efecto
Kulechov”)). También recurriría a la expresividad de la cámara en movimiento.
Los
comienzos de la labor cinematográfica de Hitchcock hay que buscarlos en
Alemania, país al que llegó debido a los acuerdos entre los productores Michael
Balcon y Erich Pommer. En este país aprendió y se empapó del estilo de rodar de
Murnau, que calará hondamente en él. Después de algunas películas mudas, en las
que se percibe la influencia del cine alemán, se pasó al sonoro en la película
de La muchacha de Londres (1929),
desarrollando un creativo recurso que incluía la utilización de la voz en off (cuyo mérito, actualmente, se
encuentra repartido junto con la película contemporánea de Buñuel de La edad de oro) en su película Murder (1930). Rápidamente, el éxito
comercial que tuvieron sus obras le hicieron llegar a ser el más importante
director inglés, confirmándose esta posición con otras películas como El hombre que sabía demasiado (1934).
Otras
películas notables de esta etapa cinematográfica inglesa de Hitchcock son 39 escalones (1935), en la que sobresale
el elaborado montaje visual que realizó (como se advierte en la vinculación del
grito de la mujer de la limpieza que acaba de descubrir un cadáver en el tren
con el silbido de la locomotora a toda máquina), y, también, Sabotaje (1936).
Más
tarde, como consecuencia del estupendo rodaje que realizó en 1939 de la obra Posada Jamaica, el productor David O.
Selznick le propuso que fuera a EEUU para la grabación de la película Rebeca (1940), la cual le permitió la
entrada a los estudios de Hollywood, que contaba con abundantes recursos
técnicos, en un momento en el que Inglaterra experimentaba tremendas
dificultades ocasionadas por la Segunda Guerra Mundial. De este modo, acabó su
etapa inglesa y se daba comienzo a su prestigiosa etapa cinematográfica
americana.
David
Pardo Mañas
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