lunes, 20 de enero de 2014

CINE JAPONÉS

Debido al desconocimiento del cine japonés, en general, por parte de Occidente una sección dedicada al mismo puede parecer extraña. Pero no lo es en absoluto. En la primera parte del siglo XX el cine japonés es totalmente desconocido para sus contemporáneos occidentales. Pero Japón, el país más industrializado de Asia, era y sigue siendo una potencia en la producción de películas. Como dato cabe mencionar las 700 cintas al año producidos por el país en la segunda mitad de la década de los años 20, cifra que tiene poco que envidiar al Hollywood de sus mejores tiempos. Buena parte del cine japonés se nutría de su rica tradición literaria, pero también adaptaba tramas de la vida contemporánea. Las películas se nutrían de las tradiciones culturales de japonesas, que para cualquiera pueden parecer tremendamente lejanas. El éxito del cine japonés a nivel mundial viene de la mano de  Akira Kurosawa, que conseguiría el reconocimiento internacional al serle concedido el Oscar a mejor película extranjera por su película Rashomon en el año 1950. A partir de este momento y gracias en buena parte a este director y algún otro del mismo talento, el cine japonés se dará a conocer, consiguiendo cierta influencia y éxito en las salas comerciales de Occidente.
La introducción del cine, o al menos de los primeros cinematógrafos en Japón se debe a la llegada a esas tierras de varios franceses que traían los primeros cinematógrafos, fabricados por la famosa compañía Lumière. Esto se produce rondando el final del siglo XIX. La primera vez que se expone un metraje rodado por el producto de la colaboración entre franceses y japoneses es el 15 de Febrero de 1897 en el teatro Nanchi Embujo de Osaka. A partir de entonces, se empiezan a rodar breves documentales, generalmente de no más de un minuto, que describían las costumbres y paisajes de algunas partes de Japón. La primera película rodada en Japón se proyectó en Junio de 1899 en el Teatro Meiji-za. La película, de corta duración, llevaba como título  Geisha no teodori y entraba dentro del género Jidaigeki. El ingeniero Yoshinoko Osawa mezcló los dos cinematógrafos de la época producidos por las compañías de Edison y de Lumière para fabricar uno propio que sería comercializado por la compañía Yoshizawa.
Durante el periodo de las primeras cintas mudas en las salas se utilizaba un narrador, cuyo papel entroncaba con la tradición japonesa. Este narrador, llamado benshi, se encargaba de poner palabras a las películas mudas. Pero dado el importante papel del narrador en el cine mudo, la capacidad del benshi para narrar e interpretar una obra influía de manera importante a la hora de entender y darle sentido a la misma. Los gestos y ruidos con los que acompañaban la película a menudo cambiaban el sentido que el director le había querido dar. La figura del benshi tiene su precedente en la tradición japonesa en el teatro Kabuki.
El cine japonés de los primeros tiempos oscila en torno a tres géneros de vital transcendencia. El primero de ellos es el Jidaigeki, dramas de época, ambientados en el periodo Edo, uno de los momentos históricos más caóticos de la historia de Japón. Gendaigeki es otro de los grandes géneros del cine japonés, cuya trama consiste en el desarrollo de temas relacionadas con el mundo contemporáneo, muchas veces respondiendo a tramas melodramáticas centradas en las clases populares. Shomingek es el nombre dado al último de los tres grandes géneros japoneses de los primeros tiempos, cuyos temas se centran en la vida familiar o en la clase media, con una estructura, muchas veces a caballo entre el drama y la comedia.
La industria japonesa estaba pensada para el mercado interno. Las primeras películas japonesas no se exportan hasta la década de los años treinta, llegando únicamente a los países asiáticos de su entorno. Se granjeó la fama en China, Manchuria (que recordemos que estaba bajo control japonés), Indochina y Corea. La mayor parte de las películas que se producían (ya se ha dicho que el cine japonés llegó a realizar más de 700 películas al año) eran copias de películas románticas francesas o de cintas violentas americanas. Para el consumo interno se llevó a cabo el rodaje de varias películas sobre la historia de Japón.
Uno de los primeros directores japoneses de renombre es Daisuke Ito, que tiene el mérito de dar origen al género chambaza, el famoso cine de espadachines japonés que convierte a los famosos samuráis en su principal protagonista. Una de sus piezas más importantes es la trilogía Chūji tabi nikki uno de los exponentes más famosos del género del Jidaigeki en sus primeros tiempos. Esta película muda inaugura el cine de samuráis. Aunque pensada y realizada en tres partes, buena parte del metraje de la película se ha perdido con el paso del tiempo. El director, conocido por sus rápidos movimientos de la cámara y por sus héroes solitarios y nihilistas, perdió protagonismo con la aparición del sonido, lo cual no le impidió seguir trabajando con grandes autores de la época.
Otro de los grandes directores de los primeros tiempos del cine japonés fue Tomu Uchida. La carrera de este prolífico director empieza a tener relevancia a mediados de la década de los años 30, llegando a ser su primera película Ikeru ningyo seleccionada como una de las mejores de ese mismo año (lo cual denota gran mérito en un país que producía cientos de películas durante esta época).  Otra de sus películas Keisatsukan, la única de su etapa en el cine mudo que nos ha llegado completa, narra la historia de un policía y un gánster, amigos de la infancia. Esta temática sobre la delincuencia organizada en Japón (yakuza) llegó a ser con el tiempo tremendamente famosa. Durante la guerra contra China, Tomu Uchida es mandado a Manchuria, desde donde deserta a las filas chinas. Su carrera cinematográfica se reanudará mucho tiempo después, tras su regreso a Japón en la década de los cincuenta.
Kenji Mizoguchi es uno de los directores más prolíficos del cine japonés en sus primeros momentos. De orígenes humildes, formado en los talleres pictóricos de Japón, consiguió entrar en la industria del cine trabajando como actor. Entre los años veinte y treinta rueda más de 50 películas, la mayoría de las cuales se perdieron durante la Segunda Guerra Mundial. Pese a los muchos trabajos del director, la película Naniwa erejii es la primera en la que consigue un gran reconocimiento del público y la crítica en Japón. La importancia de la cinta Zangiku monogatari radica en los largos planos que realiza en la película, característica que será una de las insignias del cine japonés posterior. Durante la guerra realiza varias grabaciones propagandísticas, entre los que cabe destacar Genroku Chūshingura, que trata sobre el género de los samuráis.

Juan Martínez Rodríguez

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