EL CINE EUROPEO DE
ENTREGUERRAS: EL REALISMO POÉTICO FRANCÉS
El
cine sonoro acabó con muchas de las vías teóricas iniciadas en la primera y
segunda vanguardia, teniendo que ceder las pequeñas productoras independientes
ante las compañías de mayor tamaño y con una actividad más comercial, debido al
mayor coste que suponía grabar con sonido, y a que Francia no contaba con una
patente propia. Esto ocasionó que se tuviera una gran dependencia de la
compañía americana Western Electric y de la alemana Tobis-Klangfilm, experimentando
la industria fílmica francesa un proceso de reagrupación en torno a Gaumon y
Pathé, que imitaron la estructura de los estudios de Hollywood.
La
compañía Tobis produjo la primera película sonora francesa, que fue dirigida
por René Clair en 1930, Bajo los techos
de París. Este artista, después de haber trabajado en Londres junto con
Alexander Korda, se marchó a Hollywood, donde ganaría buena fama con la
película Me case con una bruja
(1942), regresando posteriormente a Francia después de la Segunda Guerra
Mundial, para realizar en 1947 El
silencio es oro. Jean Vigo (1905-1934) hubiera llegado a ser una figura
importantísima de no haber muerto a tan temprana edad, como queda reflejado por
la intensidad de su obra, entre la que destacan películas como A propos de Nice (1929), Zéro de conduite (1933), y L’Atalante (1934).
En
el contexto de la recesión de los años 30, se produjo, en 1934, una de las
mayores crisis industriales del cine francés, debido a que coincidieron en este
año la muerte de Jean Vigo y el abandono de Francia por parte de René Clair
para irse a Londres. Como consecuencia de esto, la producción fílmica francesa
experimentó un descenso de un tercio. No obstante, esta grave situación acabó
resolviéndose mediante la vuelta a los pequeños estudios, tras asimilarse las
técnicas del cine sonoro. De esta manera se dio comienzo al periodo conocido
como “realismo poético” (1934-1940), que está formado por una mezcla del
patrimonio naturalista de Zola con algunas tradiciones fílmicas como las de
Zecca o Feuillade, así como las de René Clair y Jean Vigo; siendo además
impulsado por el Frente Popular de 1935-1937 y los guionistas Charles Spaak y
Jacques Prévert.
En
este periodo destacan películas como La kermesse
heroica (1935), dirigida por Jacques Feyder (quien tomó una gran
inspiración de los maestros de la pintura flamenca del siglo XVII), Pépé le Moko (1937) de Julien Duvivier,
que posteriormente influiría sobre la esplendida Casablanca (1942) de Michael Curtiz. También habría que citar al
director Marcel Pagnol, que, empezando en el teatro, acabaría trabajando en el
mundo del cine, donde mostraría el ambiente del sur de Francia con obras como La mujer del panadero (1938).
Pero,
sin duda alguna, la figura más destacada e influyente de este periodo fue Jean Renoir (1894-1979), que era hijo
del pintor impresionista Auguste Renoir. Realizó su primera película sonora en
1931, La purga del bebé, que fue
protagonizada por el actor Michel Simon, el cual transmitió a Renoir un método
de interpretación basado en la commedia
dell’arte italiana y las reelaboraciones posteriores de Molière y
Shakespeare. De esta transmisión resultara una puesta en escena de gran
vitalidad al juntarse con la observación de la gestualidad cotidiana que
conocía a través de los cuadros de su padre y los cannotiers (sombreros de paja de copa recta).
Más
tarde realizó abundantes obras como La
chienne (1932), La nuit de carrefour
(1932), Boudu salvado de las aguas
(1932), Madame Bovary (1934), Toni (1934), que fue grabada
completamente en ambientes naturales y donde intervinieron abundantes actores
no profesionales, siendo considerada por lo tanto como un precursor del
neorrealismo. Influido por las ideas del Frente Popular, en 1935 demandó la
colaboración de Jacques Prévert para la realización del guión de El crimen de Monsieur Lange.
Una
de sus obras fundamentales es La gran ilusión
(1937), que fue escrita ayudado por Charles Spaak, y en la que, aparte de su
hondura temática en la que representa una cierta estructura de clases francesa
y muestra, además, visualmente (mediante un actor que se mete en un collarín y
corsé ortopédico) el estancamiento de la raza prusiana que iba a ser casi
completamente eliminada de la historia por el conflicto efectuado entre 1914 y
1918, introduce la gran aportación del uso del plano-secuencia, llegando a
estructurar escenas completas de la película, y vigilando de que hubiera
actividad dramática tanto en el primer plano del encuadre como en el del medio
y en el fondo gracias a la composición en profundidad, mediante la cual los
personajes quedan fuertemente vinculados a su ambiente. De esta manera, Renoir
se convirtió en el primer director del cine sonoro que organizó sus planos en
profundidad, a pesar de que para conseguirlo tuviera continuamente que ajustar
el enfoque de la cámara para seguir a los actores (así se desarrolló un cine a
la medida del hombre, de carácter humanista).
La regla del juego (1939) sería la última película francesa que
realizaría en este período, en la que adopta el delicado ritmo de un
divertimento, que está en la línea del teatro rococó francés de costumbres. En
esta obra presenta una sociedad basada en la doble moral, que cubre todas las
actividades de los individuos, y también se produce un avance fundamental en el
uso del plano-secuencia, en la que, debido a su fluidez, se marcará toda una
manera de retratar a los personajes en sus ambientes respectivos. También es
interesante observar la manera por la cual establece, en la violenta escena de
caza de la película, una metáfora para señalar las relaciones humanas.
Posteriormente
emigraría a EEUU, donde moriría en 1979. La figura de Renoir fue muy ensalzada por
el hecho de avanzar sobre los recursos del montaje mediante la composición en
profundidad y el plano-secuencia, lo que permitía mostrar a los personajes y su
entorno sin deformar su unidad natural. De este modo, ejerció una gran
influencia sobre movimientos cinematográficos como el neorrealismo italiano y
la Nueva Ola francesa, que fueron dos de los movimientos que más innovaron la
marcha del cine tras la Segunda Guerra Mundial, y también es necesario
mencionar la influencia de Renoir sobre Orson Welles, la cual queda claramente
reflejada por el gran elogio que le escribió Welles a su muerte.
David
Pardo Mañas
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