viernes, 17 de enero de 2014

EL CINE EUROPEO DE ENTREGUERRAS: EL REALISMO POÉTICO FRANCÉS

EL CINE EUROPEO DE ENTREGUERRAS: EL REALISMO POÉTICO FRANCÉS

El cine sonoro acabó con muchas de las vías teóricas iniciadas en la primera y segunda vanguardia, teniendo que ceder las pequeñas productoras independientes ante las compañías de mayor tamaño y con una actividad más comercial, debido al mayor coste que suponía grabar con sonido, y a que Francia no contaba con una patente propia. Esto ocasionó que se tuviera una gran dependencia de la compañía americana Western Electric y de la alemana Tobis-Klangfilm, experimentando la industria fílmica francesa un proceso de reagrupación en torno a Gaumon y Pathé, que imitaron la estructura de los estudios de Hollywood.
 
La compañía Tobis produjo la primera película sonora francesa, que fue dirigida por René Clair en 1930, Bajo los techos de París. Este artista, después de haber trabajado en Londres junto con Alexander Korda, se marchó a Hollywood, donde ganaría buena fama con la película Me case con una bruja (1942), regresando posteriormente a Francia después de la Segunda Guerra Mundial, para realizar en 1947 El silencio es oro. Jean Vigo (1905-1934) hubiera llegado a ser una figura importantísima de no haber muerto a tan temprana edad, como queda reflejado por la intensidad de su obra, entre la que destacan películas como A propos de Nice (1929), Zéro de conduite (1933), y L’Atalante (1934).
 
En el contexto de la recesión de los años 30, se produjo, en 1934, una de las mayores crisis industriales del cine francés, debido a que coincidieron en este año la muerte de Jean Vigo y el abandono de Francia por parte de René Clair para irse a Londres. Como consecuencia de esto, la producción fílmica francesa experimentó un descenso de un tercio. No obstante, esta grave situación acabó resolviéndose mediante la vuelta a los pequeños estudios, tras asimilarse las técnicas del cine sonoro. De esta manera se dio comienzo al periodo conocido como “realismo poético” (1934-1940), que está formado por una mezcla del patrimonio naturalista de Zola con algunas tradiciones fílmicas como las de Zecca o Feuillade, así como las de René Clair y Jean Vigo; siendo además impulsado por el Frente Popular de 1935-1937 y los guionistas Charles Spaak y Jacques Prévert.
 
En este periodo destacan películas como La kermesse heroica (1935), dirigida por Jacques Feyder (quien tomó una gran inspiración de los maestros de la pintura flamenca del siglo XVII), Pépé le Moko (1937) de Julien Duvivier, que posteriormente influiría sobre la esplendida Casablanca (1942) de Michael Curtiz. También habría que citar al director Marcel Pagnol, que, empezando en el teatro, acabaría trabajando en el mundo del cine, donde mostraría el ambiente del sur de Francia con obras como La mujer del panadero (1938).
 
Pero, sin duda alguna, la figura más destacada e influyente de este periodo fue Jean Renoir (1894-1979), que era hijo del pintor impresionista Auguste Renoir. Realizó su primera película sonora en 1931, La purga del bebé, que fue protagonizada por el actor Michel Simon, el cual transmitió a Renoir un método de interpretación basado en la commedia dell’arte italiana y las reelaboraciones posteriores de Molière y Shakespeare. De esta transmisión resultara una puesta en escena de gran vitalidad al juntarse con la observación de la gestualidad cotidiana que conocía a través de los cuadros de su padre y los cannotiers (sombreros de paja de copa recta).
 
Más tarde realizó abundantes obras como La chienne (1932), La nuit de carrefour (1932), Boudu salvado de las aguas (1932), Madame Bovary (1934), Toni (1934), que fue grabada completamente en ambientes naturales y donde intervinieron abundantes actores no profesionales, siendo considerada por lo tanto como un precursor del neorrealismo. Influido por las ideas del Frente Popular, en 1935 demandó la colaboración de Jacques Prévert para la realización del guión de El crimen de Monsieur Lange.
 
Una de sus obras fundamentales es La gran ilusión (1937), que fue escrita ayudado por Charles Spaak, y en la que, aparte de su hondura temática en la que representa una cierta estructura de clases francesa y muestra, además, visualmente (mediante un actor que se mete en un collarín y corsé ortopédico) el estancamiento de la raza prusiana que iba a ser casi completamente eliminada de la historia por el conflicto efectuado entre 1914 y 1918, introduce la gran aportación del uso del plano-secuencia, llegando a estructurar escenas completas de la película, y vigilando de que hubiera actividad dramática tanto en el primer plano del encuadre como en el del medio y en el fondo gracias a la composición en profundidad, mediante la cual los personajes quedan fuertemente vinculados a su ambiente. De esta manera, Renoir se convirtió en el primer director del cine sonoro que organizó sus planos en profundidad, a pesar de que para conseguirlo tuviera continuamente que ajustar el enfoque de la cámara para seguir a los actores (así se desarrolló un cine a la medida del hombre, de carácter humanista).
 
La regla del juego (1939) sería la última película francesa que realizaría en este período, en la que adopta el delicado ritmo de un divertimento, que está en la línea del teatro rococó francés de costumbres. En esta obra presenta una sociedad basada en la doble moral, que cubre todas las actividades de los individuos, y también se produce un avance fundamental en el uso del plano-secuencia, en la que, debido a su fluidez, se marcará toda una manera de retratar a los personajes en sus ambientes respectivos. También es interesante observar la manera por la cual establece, en la violenta escena de caza de la película, una metáfora para señalar las relaciones humanas.
 
Posteriormente emigraría a EEUU, donde moriría en 1979. La figura de Renoir fue muy ensalzada por el hecho de avanzar sobre los recursos del montaje mediante la composición en profundidad y el plano-secuencia, lo que permitía mostrar a los personajes y su entorno sin deformar su unidad natural. De este modo, ejerció una gran influencia sobre movimientos cinematográficos como el neorrealismo italiano y la Nueva Ola francesa, que fueron dos de los movimientos que más innovaron la marcha del cine tras la Segunda Guerra Mundial, y también es necesario mencionar la influencia de Renoir sobre Orson Welles, la cual queda claramente reflejada por el gran elogio que le escribió Welles a su muerte.

David Pardo Mañas

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